Necesidad de recuperar la intensidad y movilidad de los viajes turísticos

Manuel Figuerola. Economista

Las consecuencias posibles que se aprecian de la evolución de la estructura turística española, por causa de la influencia de la crisis del COVID-19, proyectan un profundo pesimismo. Equivalente a un difícil y costoso escenario. No permitiendo que, a medio plazo, se vislumbre un balance favorable, igual al que se alcanzó en el año 2019. Solo posible de nuevo, si se produjera un verdadero cambio en las políticas y estrategias turísticas. Cambio del cual se podría derivar un nuevo resultado turístico más favorable. Sin embargo, para el año 2020, en estos momentos, solo se puede predecir la consecución de un pobre resultado. Es decir, solo es posible, alcanzar, aproximadamente, un tercio del balance del año anterior.

Dicha valoración representa un escenario complejo. Afectando negativamente a numerosos sectores, que directa e indirectamente, se ven fuertemente aquejados por la penosa evolución turística. La hostelería (tanto la restauración, como el alojamiento); el transporte (desde el aéreo, al ferroviario); la producción alimentaria (agraria e industrial); las actividades culturales (deportivas y educativas) y también numerosos servicios, que en general sufrirán un profundo colapso.

Todos ellos, como actividades productivas, contabilizarán en sus balances un grave descenso de la llegada del turismo. Produciendo una crisis catastrófica. Siempre que no se actué con prontitud y decisión dinámica. Que imponga un proceso de rápida recuperación. Evitando que se produzcan los graves resultados que se proyectan en estos momentos para el año 2020. Año para el que se calcula una pérdida en la producción directa, cercana a los 110.000 millones de euros. Y un descenso contable de la producción inducida, próximo a los 100.000 millones de euros. Afectando de modo indirecto a la mayoría de los sectores productivos.

Por tanto, es evidente, que una nueva pérdida en la producción turística para el año 2021, no podría soportarse de ningún modo. Luego se hace preciso actuar con eficiencia, inteligencia y capacidad innovadora. En cuanto al marco de las estrategias de desarrollo, para el turismo del próximo año. Por ello es preciso e incuestionable, que debe actuarse con eficiencia, desde ahora mismo, en la aplicación de una estrategia a favor del turismo. Que sea impulsora y atrevida. Con el fin de conseguir, primero, fortalecer el sistema turístico. Y después, relanzar con firmeza un turismo rentable. Por medio de actuaciones inteligentes e innovadoras.  Creativas, e imaginativas. Considerando acciones y estrategias más decididas.

En donde predominen actuaciones ambiciosas. Que permitan imponer un turismo generador de mayores beneficios económicos. En donde la calidad y el servicio se impongan. Haciendo preciso considerar, que las amenazas del COVID-19 deben reducirse al máximo. Venciendo a dos profundas influencias adversas, que han de doblegarse con actuaciones y medidas eficaces y rigurosas. La primera previa a cualquier decisión, reestableciendo la movilidad de los viajes. Lo que significa permitir actuaciones operativas desde los gobiernos locales y regionales. Que aseguren siempre la posibilidad de desplazamientos, sin riesgos y costes adicionales.

Obligando al mismo tiempo, la extensión y mejora de los controles de la pandemia. Por medio de la exigencia de la aplicación generalizada de los test obligados (PCR y antígenos). Test que verifiquen la vigencia de la seguridad de aquellos viajeros, tanto durante el desplazamiento al destino, como desde el retorno a la residencia habitual.  Creando también un sistema de control de los viajeros, por el cual, manteniendo la flexibilidad de los viajes, se controle por medios digitales su seguimiento. Evitando cualquier irregularidad que atente contra toda clase de garantía y seguridad. Pretendiendo siempre la verificación y facilitación de la movilidad.

Hay que subrayar un hecho indiscutible, cuyo menosprecio y desinterés no puede soslayarse. España durante los últimos sesenta años, ha dependido de manera permanente del turismo. Manteniendo siempre, un fuerte ritmo expansivo. Por ello, necesariamente, han de buscarse actuaciones suficientemente ágiles y eficientes. Cuya dedicación a la mejora y elevación de la influencia turística, mantenga ritmos expansivos en la economía española, suficientemente rentables.

Por ello no debe extrañar, que deban plantearse estrategias de desarrollo turístico más ambiciosas. Que permitan asumir por el turismo -como mínimo- durante los próximos cuatro años- un valor en su participación en la formación del PIB español, igual al 13 %. Superando en dicho período, la cuota actual de aportación del 12,4 %. que había sido alcanzada en el año 2019. Pero para ello se ha de exigir al proceso de contribución del turismo a la creación de la riqueza, mayor sensibilidad por la innovación. Rompiendo cierto estado de cansancio que se percibe en la promoción de nuevos productos y servicios turísticos. Recuperando la atracción y modernización de nuevos mercados. E incentivando la vigencia y recuperación de los factores motivadores.