A finales del mes de marzo se aprobó el Real Decreto 476/2020, que prorrogaba el estado de alarma declarado por el Real Decreto 463/2020, del 14 de marzo. Desde el cual se asumía la gestión y control de la crisis sanitaria ocasionada por la COVID-19. Entendiendo, que dicho instrumento era necesario para imponer acciones y comportamientos sociales que redujesen los efectos de la grave pandemia que se vislumbraba. La cual se iba propagando con efectos críticos progresivos en la evolución de numerosos sectores de la estructura económica. Especialmente en el turismo.
Ante esta situación, en el marco de una inquietante preocupación, desde un estudio, con base a la información estadística existente, se realizó una primera evaluación de la pérdida potencial de la producción turística. Estimación realizada, a través de la especificación de un indicador de coyuntura. Que estimaba una grave pérdida, tanto en el consumo turístico de los viajeros extranjeros, como del gasto de los residentes. Evaluación que permitía conocer los efectos previsibles causados por las consecuencias derivadas de la aplicación y permanencia del estado de alarma. Una perdida estimada para el año 2020 estimada en 67.150 millones de euros.
Es evidente, que los presagios y consideraciones que se deducen anuncian una fuerte crisis en la producción turística. Que muestra un acelerado descenso en el consumo turístico de las familias locales, como de aquellos viajeros procedentes del exterior. Descenso causado por la aparición de graves problemas en el gasto de servicios y consumos no prioritarios. En mayor medida, en aquellas actividades condicionadas por sensibles coeficientes de elasticidad como la hostelería y los viajes. Poniendo de manifiesto una realidad que se proyecta de modo catastrófico en los resultados. Especialmente con mayor inquietud y preocupación por causa de los efectos negativos de la influencia del coronavirus.
En concreto, en bienes y servicios condicionados por el desarrollo del turismo vacacional o de ocio. Como también en cifras importantes por causa de la misma crisis, en el turismo de empresas, debido a la caída en la hostelería y la cultura. Coincidentes con otros servicios afectados por una demanda con grave tendencia decreciente. En general, de significada importancia como sector económico de primera necesidad. Causando un fuerte efecto adverso en todo lo que se relaciona con los viajes de trabajo y reunión. Influyendo indirectamente en el conjunto de los sectores económicos.
Preocupa, además, que a pesar de las consecuencias que amenazan -por la gravedad de los efectos observados- se agudiza cierta confusión en las estrategias y políticas públicas que deben aplicarse. Que dan a entender que los efectos negativos no llegarían a inquietar lo suficiente, para que se asumiese, por los responsables sectoriales, una actuación más dinámica y activa. En principio reductora de los graves problemas que se proyectan amenazantes. Acciones que, por medio de actuaciones dinamizadoras, podrían haber atenuado los problemas que agobiaban. Mediante la puesta en funcionamiento de programas más dinámicos de corrección.
Colaborando en la reducción de los graves resultados ocasionados en los sectores turísticos dominados por el desajuste. Entendiendo que no se asumió con verdadera responsabilidad y proyección los males que se anunciaban. Siendo muy grave el hecho de que no se cuantificasen con realismo y prontitud los efectos anunciados. Dentro de un contexto que se adivinaba peligroso.
Por otra parte, se hacía necesario un mayor reconocimiento de la contribución del turismo a la formación del PIB (12,45%), como hecho indiscutible y condicionante. En principio, como generador de empleo, además del derivado indirectamente; generando en conjunto la cifra de 2,7 millones de personas empleadas. Que posibilitan, un efecto multiplicador sobre el resto de la economía, del 1,96. Destacando, entre otras repercusiones la ayuda al cuadro fiscal. Por lo que era preocupante la despectiva impresión hacia el turismo, que se proyectaba desde algunos espacios políticos.
Por ello, la comprobación de la falta de interés por la reducción de los problemas y desajustes, que sin duda pueden afectar al turismo -en el contexto de la grave influencia del crecimiento de los efectos del COVID-19, se entiende que hacen prioritarios planes de recuperación e incentivo a favor del turismo. Considerando, como consecuencia, la necesidad de imponer políticas y estrategias innovadoras, que impulsen un crecimiento y expansión turística, en un entorno, en donde sin duda se ha de aumentar la seguridad sanitaria. Pero también eliminando factores tóxicos, que en la actualidad afectan negativamente un adecuado desarrollo turístico. Aquellos, que lamentablemente perjudican al turismo de modo diverso, tanto en lo ambiental, como en lo social y económico.
El estudio realizado ha fijado una potencial producción turística para el año 2020 igual a 87.520 millones de euros. Muy inferior a la producción total en el año anterior de 154.670 millones de euros. Lo que significará durante el período considerado, por causa de todos los condicionantes y factores ocasionados por el problema del COVID-19, una pérdida respecto al año anterior del 43,42%. Dicho pronóstico es evidente que manifiesta una sensible pérdida, o reducción de la producción. Valor que, por diferentes causas, se proyecta como un lamentable resultado. Coeficiente difícil de ser soportado, dentro del conjunto de la estructura turística. En parte, causado por cierta deficiencia en la acción política, que exigirá a corto y medio plazo la recuperación turística. También causada por la rigidez que posee la producción turística y la fuerte estacionalidad de su desarrollo.
Asimismo, en cuanto al turismo de los residentes, el seguimiento realizado al modelo, para el año 2020, estima, que la producción en dicho período solo tendrá una pérdida de 22.060 millones de euros. Como consecuencia se puede afirmar, que su producción para dicho período alcanzará la cifra de 48.910 millones de euros. Por tanto, el porcentaje estimado reductor se elevará al 31,08%.
Finalmente, con relación al turismo de los no residentes la pérdida de producción será muy superior a la que se originará en el segmento de los residentes o nacionales en sus viajes por España. Es decir, se estima una aminoración de la producción igual a un descenso de 45.090 millones de euros. Lo que significará en porcentajes una pérdida de producción del 53,87%. Lo cual explica, que la debilidad que proyecta la demanda hostelera -ya sea en el conjunto del sector, como en cualquier otro segmento de dicha rama productiva, como la hotelería- exigirá actitudes y políticas más firmes, que impidan de modo inmediato la continuidad del fuerte descenso de la demanda que se ha proyectado en estos momentos.