
Según la Encuesta de Población Activa (EPA), se confirma que el año pasado se mantuvo una media de 1,6 millones de personas ocupadas, el 2,1% más que en 2016 en el sector. En cuanto a los afiliados a la Seguridad Social con alta en hostelería, el año 2018 ha arrancado con el crecimiento del 3,5% respecto a enero del 2017 y se computa un millón y medio de personas, es decir, 50.000 más. Con ello, la destrucción de empleo respecto a diciembre (algo que ocurre cada año por las puntas de trabajo que se produce con el puente, las cenas de empresa y las fiestas navideñas) se suaviza en siete puntos, hasta el 2,8%, ya que las bajas fueron de 35.000.
Los datos, por sí mismos, ya muestran un avance regular y constante del empleo en bares, restaurantes y hoteles, una consecuencia lógica del ritmo de récord en la recepción de turistas extranjeros y, en paralelo, el gasto de los españoles fuera del hogar, en escapadas de pocos días y también salidas regulares a socializar en nuestros locales.
Los expertos consultados afirman que, por una parte, la hostelería tiene un importante toque de estacionalidad asociada al turismo, pero en este aspecto se ve superada por otros colectivos como la educación, la sanidad o las compras, que contratan y despiden un porcentaje mayor de su colectivo de profesionales en función de los picos de trabajo.
En paralelo, las cifras de de contratos y seguridad social dejan patente la temporalidad del empleo que fluctúa en el sector y que, en algunos casos, ha ido conteniéndose, pese a quedar margen de mejora todavía. Los sindicatos UGT y CCOO también resaltan estas cifras: se firmaron cuatro millones de contratos el año pasado, de los que el 3,3% fueron indefinidos. Del resto, el 47% eran para tiempo muy corto: menos de dos semanas, es decir, profesionales que se suman a las plantillas como extras para eventos concretos: banquetes, fines de semana, ferias y fiestas patronales, temporada alta, sustituciones y momentos de gran consumo. Realmente, con estas cifras, vemos que se cruza temporalidad y flexibilidad, necesarias en este sector, con problemas asociados a los altos costes de seguridad social y de indemnizaciones en los casos de salida de la empresa.
La inspección ha multiplicado su trabajo y hoy la hostelería es uno de los sectores más inspeccionados. Para conseguir mayor estabilidad en el sector, además de afianzar la rentabilidad de cada empresa, es necesario potenciar la formación y cualificación permanente de los profesionales y trabajadores del sector. Y en este aspecto los agentes sociales reivindicamos que el Ejecutivo deje de frenar el progreso y no permita más demoras en invertir un dinero que ya ha cobrado de las nóminas que abonan los empresarios y perciben los trabajadores.
El Gobierno constituyó el 23 de noviembre pasado la Mesa por la calidad del empleo. Tras una primera reunión y la foto publicada, no ha habido más avances. Los agentes sociales proponen ideas para dar pasos en la buena línea y conseguir que la hostelería, además de liderar la cantidad de contratos firmados, también asiente la calidad en el empleo.
También hay que destacar el factor fundamental que lastra la mejora en esta cuestión: la desidia del Gobierno a la hora de promover la formación. Las escuelas de hostelería están llenas de alumnos que, una vez llegados al mundo profesional, ven cómo se retiene el dinero que ellos y sus empresarios abonan a través de las nóminas para la cualificación y mejora de sus conocimientos. Es urgente desbloquear esas partidas y consideramos una prioridad que la sociedad conozca la negativa del Gobierno a permitir que nuestro sector, un auténtico motor de la economía española, mejore en formación, porque el profesional no ‘nace’, sino que ‘se hace’.
José Luis Yzuel
Presidente de FEHR