Turismofilia

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Terminando la temporada alta de sol y playa del 2017, podemos constatar que la actividad turística goza de buena salud. Genera riqueza y empleo de manera repartida en todo el territorio y supone un elemento insustituible en la estructura económica de un país como el nuestro. Pero también analizamos que ha sido un verano atípico en el que hemos tenido el sobresalto de un salvaje atentado yihadista en Barcelona y Cambrils, y una serie de aislados ataques a recursos turísticos que se ha venido en denominar turismofobia. Para los profesionales del sector turístico son dos fuentes de preocupación, y si bien sobre el terrorismo, que es un problema mundial, hay una línea de actuación clara, un consenso internacional y recursos y medidas para abordarlo, sobre el segundo, la turismofobia, obedece a situaciones más locales y creo que no se ha realizado aún una valoración, un análisis y un estudio suficientemente consistente como para poder abordar las medidas correctoras que hagan que los problemas se puedan solucionar. Por ejemplo desde las organizaciones y los profesionales del sector llevamos ya algunos años reclamando una necesaria ordenación de la oferta alojativa que encauce las viviendas vacacionales, las regule, evalúe la capacidad de carga, sus limitaciones, y las ponga a contribuir de manera legal al esfuerzo fiscal y contributivo con el que hemos de cumplir todos los ciudadanos y las empresas.

Cuando vemos aparecer problemas por el horizonte, ponerse de perfil, puede ser la solución, o no. Y en este sentido sobre diferentes problemas, complejos, que afectan en este momento al sector turístico, las diferentes y en muchos aspectos superpuestas y concurrentes en competencias, administraciones públicas españolas se encuentran en medio de un cóctel de fragmentación y descoordinación que dificulta que se aborden las soluciones necesarias. Como opinión propia y sugerencia, creo que las medidas que se han de abordar necesitan de un marco estatal, para toda España (Ley de arrendamientos urbanos, definición de actividades económicas en normas tributarias, y esquema de licencias, inspección y sanciones), a partir de aquí las diferentes autonomías deben de aplicar a su realidad concreta las normas y recursos disponibles, siendo proactivas en la definición de los modelos de sostenibilidad, en la generación de mayor valor y calidad en torno a la actividad turística y aportando recursos para el relanzamiento y regeneración del turismo. En este punto además es necesario que cuenten de manera activa con la colaboración de organizaciones representativas y profesionales que aporten y se comprometan en la solución de problemas y la generación de modelos.

Este artículo pretende poner sobre el tablero algunos elementos para el necesario debate y las soluciones a adoptar. Está claro que una alta concentración de actividad humana o económica, es susceptible de producir algún tipo de problema o «externalidad negativa», ocurre cuando esta es industrial (contaminación, deterioro paisajístico…) o de ocio incontrolado (botellón, quedadas multitudinarias improvisadas…) y en esto el turismo no es diferente, y por eso es tan importante la tarea de observar los datos, la evolución, las tendencias y sus impactos, tanto desde un punto de vista macro, como desde un punto de vista «micro», en el día a día, en el entorno y en nuestra realidad social y urbana, es decir, qué múltiples efectos positivos tiene y qué otros pueden ser de consecuencias negativas, para corregirlos. Dicho esto los modelos a aplicar no pueden ser homogéneos, nada que ver la evolución o tematización turística que puede tener una ciudad como Venecia, anclada en el tiempo y dedicada en su totalidad al turismo, que ciudades como Barcelona o Madrid, que son grandes metrópolis plenas de actividad social, económica, política…. Tampoco puede cargarse sobre el turismo la totalidad de los problemas que aquejan a zonas de ciudades que pueden tener causas más profundas y preexistentes, ya que hay barrios enteros que se han venido degradando, sus usos han cambiado sin ninguna ordenación, no han recibido inversiones necesarias y pueden albergar bolsas de marginalidad o déficit de infraestructuras que nada tienen que ver con el uso turístico y que lo único que hace la aparición del turismo es poner la lupa y acrecentar todos estos problemas.

Concluyo aportando datos contundentes para indicar que España es un país turismófilo, es decir que apreciamos el turismo, no sólo por las décadas de prosperidad, empleo y desarrollo económico que nos ha aportado, por la conexión con otras culturas que nos visitan, la internacionalización de nuestras empresas, sino que en la mayor parte del territorio no se producen problemas de masificación o saturación, siendo necesario por tanto seguir trabajando por mejorar la calidad y diversificar nuestro producto. Y desde el punto de vista particular, igual, en estos días de vacaciones he tenido ocasión de ver programas concurso en televisión en que al final, al ser preguntados los ganadores por la aplicación que darán al dinero del premio (magnífico estudio de mercado sobre las aspiraciones del consumidor), todos dicen… viajar y tapar agujeros… por tanto estamos de acuerdo los españoles con la OMT, en que este es un sector de gran futuro en el que todos, al menos como turistas, queremos participar.

Emilio Gallego
Secretario General de la Federación Española de Hostelería (FEHR)