Negaron la evidencia de la crisis hasta que, cuando era ya demasiado tarde, se lo hicieron ver a palos desde los mercados financieros y desde Bruselas. Me refiero al Presidente de Gobierno que está a punto de dejar de serlo y a su equipo del Consejo de Ministros y del Partido Socialista.
Puestos a negar lo evidente, también negaron que la prohibición total de fumar en los establecimientos pudiera tener consecuencias negativas en la economía de las empresas de bares, restaurantes y ocio nocturno. Y una vez impuesta la prohibición con la nueva ley antitabaco que entró en vigor el 2 de enero, siguieron, erre que erre, con la misma cantinela de que aquí no pasa nada, de que ninguna pérdida hostelera es imputable a la ley antitabaco, digan lo que digan las encuestas, las estadísticas (incluidas las del INE) y los cientos de miles de hosteleros que tributan a Hacienda y que, sin embargo, no merecen, desde la perspectiva del poder ejecutivo del Estado, credibilidad alguna.
El Gobierno y el Partido Socialista se han empecinado en imponer, desde el poder que ostentan, la verdad oficial de que la ley antitabaco ha resultado económicamente inocua para la hostelería. Esa verdad oficial es contraria a la realidad, pero al poder no le importa en tanto que pueda imponerla, como impuso la Inquisición al bueno de Galileo que la tierra se estaba quieta y era el sol el que se movía en torno a ella. Salvadas las distancias de credos y de tiempos, es el mismo tic despótico e inquisitorial el que padecemos los hosteleros y que resulta más que justificadamente indignante en una sociedad que se define como democrática
Han transcurrido seis meses desde la entrada en vigor de la prohibición total y, con la llegada del calor, la proliferación de terrazas al aire libre ha aliviado el impacto negativo de la ley antitabaco en el conjunto total de bares y restaurantes, pues los fumadores han podido recuperar sus hábitos de visita y consumo en nuestros establecimientos. Pero los establecimientos que no disponen de terraza lo llevan ahora mucho peor, porque el efecto que se está produciendo es el contrario: están viendo cómo clientes suyos fumadores que habían logrado conservar a medias se les escapan hacia la competencia de la libertad que ofrecen las terrazas.
El buen tiempo también ha tenido un impacto negativo en los establecimientos de ocio nocturno: Según recientes informaciones de Fasyde, si en el conjunto del primer trimestre se registró una caída media de las ventas del 15 %, en el segundo trimestre el porcentaje de caída ha llegado a superar el 17%. Ya se sabe cuál es el mecanismo: salen los clientes fuera del establecimiento a fumar un cigarrillo y con el buen tiempo (y las ofertas no siempre legales del exterior) se les hace más difícil volver a entrar al local. Un efecto colateral de esta práctica es el aumento del ruido en el exterior y el aumento de las protestas de los vecinos, como ya habían advertido que ocurriría los empresarios de ocio nocturno, que no tienen competencia ni responsabilidad fuera de los límites de su local.
Ha pasado medio año de la entrada en vigor de la ley antitabaco y siguen los problemas derivados de la prohibición total. Con la propuesta que hicimos los hosteleros se podría haber logrado el mismo avance en salud pública que se ha conseguido, pero con mucho menor coste económico para el sector. El PIB de España lo habría agradecido.
Aún estamos a tiempo de ahorrarnos males mayores. Si no es con este Gobierno, con el que venga detrás. Esperemos.
José María Rubio
Presidente FEHR
No hay problema alguno, dice el Gobierno
José María Rubio Presidente FEHR