De capataz a líder

Eduardo Suárez del Real Restauración de Mallorca

Mucho más difícil que vencer, es convencer. Pero en tiempos difíciles hay que plantearse retos difíciles, y el de convencer y el de comprometer, son los que hoy deben afrontar empleadores ante empleados, empresarios ante trabajadores y las asociaciones -como organización- ante sus equipos.
El látigo, la amenaza o el argumento de que millones de desempleados hacen cola para ocupar tu plaza, son actitudes y discursos que evidencian falta de recursos para conseguir arrancar la motivación, la colaboración y el compromiso de los trabajadores. Son flacos favores que ponen de manifiesto la incapacidad de crear una visión coherente y de trasmitirla.

El entusiasmo que genera una motivación correcta, es la gasolina espiritual de las empresas, es el combustible que pone en marcha el motor que les hace levantar el vuelo. Y las eleva.

Pero reconozcamos que el entusiasmo es una “rara avis” en el mundo laboral de nuestro tiempo, una especie infrecuente y casi extinguida.

Detrás de las contadas empresas en las que actualmente encontramos el abanico de buenas actitudes que se abre donde hay un personal motivado, existe un líder y no un capataz, una persona capaz de firmar un contrato emocional con sus empleados, de hacer confluir la visión del equipo en la misión de la empresa, y de conseguir comprometer las excelencias individuales, las mejores habilidades de cada uno de sus integrantes, en los actos reflejos contemporáneos de la supervivencia empresarial: que la crisis no sea un pretexto para perder calidad y que sea un aliciente para ser aún más competitivos.

Roberto Luna-Arocas, director del Master en gestión del talento, autor del recomendable libro “El líder no nace… se hace” (Ed. Obelisco) y coautor del estudio “Recursos humanos en el turismo” (Pearson Prentice Hall, 2007), ha sido capaz de resumir todo esto en un brillante concepto: “La ley del látigo genera pérdidas en las empresas… Sin embargo, es lo más fácil de aplicar. La verdadera complejidad y el reto en la empresa es sacar lo mejor del personal, sacar su potencialidad y desarrollarlo para implicarlo en el proyecto empresarial obteniendo lo mejor de él”.

Eduardo Suárez del Real
Restauración de Mallorca