Desde el pasado uno de julio, los hosteleros están pagando un dos por ciento más en sus compras de algunos géneros, en los suministros que consumen y en los servicios externos que contratan. Sin embargo, todavía están valorando si incorporan el aumento del IVA reducido a sus clientes, o por el contrario, lo asumen ellos. Se trata de una decisión difícil para un gran número de establecimientos de reducido tamaño, pocos medios y enorme dispersión geográfica que, a duras penas, van sobreviviendo con la enorme carga de la crisis económica.
Aplicar la subida del tipo reducido del IVA a los clientes supone encarecer el precio que ahora pagan, y todos menos el Gobierno sabemos que no es el momento oportuno para ello. Además, y debido a que el ticket medio de estos pequeños negocios es francamente bajo, la repercusión de la subida obliga a recalcular todos los precios de la carta para finalmente subir céntimos, en muchos casos, de esos que en el monedero no sabemos qué hacer con ellos, con las consiguientes complicaciones del cambio; disponer en el local de monedas en desuso y prestar atención para evitar equivocaciones en las devoluciones. No tocar nada y seguir como hasta ahora, les supone a los pequeños hosteleros y negocios familiares asumir un euro y treinta y seis céntimos más de costes fijos por cada cien euros de facturación, al mismo tiempo que se llevan casi cinco euros menos por cada cien a su casa. A modo de ejemplo, en una facturación anual total de cuarenta mil euros, si el hostelero no repercute el IVA, tendrá que pagar de su bolsillo seiscientos veintisiete euros. Y todo ello por trabajar todos los días sin horario, más de doce horas al día, y sin poder descansar los festivos.
Y encima habrá quien les diga que todo es porque no se modernizan y no se compran un ordenador conectado a internet con un software de última generación, que les facilita todo cuando aprendan a usarlo, y una TV 3D de 60” para tener más clientes.
Si logran superar la crisis económica, el mal tiempo, la subida del IVA, la prohibición de fumar en sus establecimientos, y quién sabe si todavía, como cantaba Juan Luís Guerra “lloverá café en el campo”, se harán más fuertes y más grandes que la roja y quizás, como ésta y con esfuerzo e imaginación, ganarán la final a pesar del Gobierno.
Juan Navarro
Director Formación FEHR