Titulares y poco más

Ángel Luis Martínez Gerente Federación Castellano-Leonesa Empresarios Hostelería

Recientemente ha saltado a la primera página de los periódicos la noticia de que en Cataluña se iba a perseguir la Hora Feliz, y con lo que está cayendo, pensé para mí: será que están empeñados en mortificar aún más al pobre ciudadano, impidiendo que ni siquiera podamos ser felices una hora.

Entrando a leer la información, ya me di cuenta de mi error, y vi que lo que se perseguiría sería la promoción del consumo de alcohol, y aliviado pensé: bueno, ahora sólo necesitaremos encontrar motivos para ser felices. O sea, lo de todos los días.

Se pone como ejemplo en esta “nueva política” a Cataluña, pero en otras comunidades ya existía con anterioridad, y hablo por Castilla y León, que en 2007 ya introdujo la represión de ciertas prácticas que puedan inducir al consumo abusivo del alcohol, tipificando no ya solo la rebaja, sino la promoción, canje, sorteos, o concursos,… y también con severas multas. Con dos añitos, es una iniciativa “veterana”.

Pero en toda esta previsión normativa, este afán represor y sancionador de los establecimientos que incumplen, hay un puntito de perversión que no quiero dejar de poner de manifiesto, y me voy a remitir a los hechos, que como siempre son tozudos y fácilmente contrastables.

Subrayo que la previsión sancionadora se centra en los establecimientos, porque estas medidas están claramente dirigidas a los negocios de hostelería debidamente autorizados. Sin embargo, el legislador, como casi siempre, deja la posibilidad abierta al fraude de la ley, al posibilitar el consumo indiscriminado e incontrolado de alcohol en otros espacios y lugares, porque paradójicamente en la misma norma que articula medidas de control y sanción, prevé la posibilidad del consumo en la vía pública, incluso que se habiliten por la autoridad municipal espacios para que tal consumo se realice, pero sin que en los mismos se realice control alguno sobre si el consumo es indiscriminado o no.

Y es aquí, en la indefinición, en la ambigüedad, o en la tibieza de la misma autoridad que se muestra inflexible con el empresario hostelero, donde la práctica del botellón encuentra su caldo de cultivo: por un lado se reprime el consumo alcohol en locales públicos, pero se mira para otro lado, o directamente se cierran los ojos en el caso del consumo de alcohol en espacios abiertos o en la vía pública.

Igual de preocupante resulta el hecho de que los jóvenes se emborrachen en locales de ocio autorizados, que el que lo hagan concentrándose en un parking, una plaza, un recinto ferial o en un campus.

¿Y que les parece eso de que sean los Ayuntamientos quienes habiliten espacios para que ese consumo público, abusivo e incontrolado, se realice?.

¿Quien va a ser el valiente que se pone a hacer controles entre toda esa masa de gente que en su paroxismo etílico tan sólo alcanzan a entender la presencia de cualquier autoridad como una provocación?. ¡Recordad Pozuelo.!
El hostelero, estigmatizado una vez más, está en el punto de mira de una legislación que pretende ejemplarizar con su negocio, mientras tolera y promueve conductas más graves.

Creo que, como siempre en la vida, hay que saber donde están los límites, porque tiene que haberlos, sino quiebra la esencia misma de la convivencia. El problema es que a algunos dirigentes les asusta hacer uso de su potestad para poner límites, o cuando lo hacen, lo hacen sólo para algunos, y al final las soluciones a medias, son malas soluciones, y a los hechos me remito.

Desde mi punto de vista, el consumo indiscriminado o abusivo de alcohol no se produce en los bares y locales de ocio, donde también se vende, pero donde el precio actúa como un factor de control y límite para el cliente. El verdadero consumo indiscriminado, abusivo e incontrolado de alcohol tiene lugar en la calle, cada fin de semana o fiesta de guardar, desde antes incluso de que caiga el sol y con nefastas consecuencias entre menores y mayores de edad.

El consumo incontrolado de alcohol no está envuelto en camisetas promocionales, regalos, o sorteos, ni horas felices; el verdadero consumo incontrolado se hace al aire libre, envuelto en bolsas de grandes superficies comerciales, cadenas alimenticias o áreas de servicio, dejando siempre como evidencia un rastro de deshechos que así lo acreditan.

Si verdaderamente se quiere poner remedio al consumo incontrolado y abusivo del alcohol, actúen donde ese consumo se practica y háganlo con determinación, allí donde hay que poner remedio, pero no lo hagan sólo para dar un titular.
Ángel Luis Martínez
Gerente Federación Castellano-Leonesa Empresarios Hostelería