El pobre

Ángel Luis Martínez Gerente Federación Castellano-Leonesa Empresarios Hostelería

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Uno de los recuerdos imborrables de mi niñez, además de la escuela, o el día que pude empezar a escribir con bolígrafo, o los fríos inviernos, y algunos más, es la figura del pobre que visitaba periódicamente mi casa, para ver a mi abuela Ana, y hablar con ella durante un buen rato de la vida (porque por entonces no se podía hablar de mucho más), y recibir una limosna con la que mi abuela le intentaba hacer más llevadera su situación, y como mujer profundamente religiosa que era, dar cumplimiento a una de las virtudes teologales: la caridad.

De ella guardo muchos recuerdos: como nos contaba historias y cuentos, nos ensañaba a leer, a rezar, en definitiva como nos cuidaba.

Hoy, como muchas veces, me acuerdo de ella, pero más de “su pobre”, que era como nos referíamos a él, cuando aquel hombre vencido por el peso de su fardel (en el que encerraba todo su mundo) se acercaba lentamente a nuestra casa. Esa imagen me ha venido a la memoria ahora que finaliza el periodo estival.

Desde que empezó el verano se nos ha dicho que hemos tocado fondo, que hemos pasado lo peor, que la recuperación ya se adivina ( y me vuelven otra vez con los “brotes verdes” ..¡venga ya!), o que aun vendrán tiempos duros.

Nuevamente el dato del desempleo resulta descorazonador, las imágenes de la gente que acude a solicitar la reciente ayuda de los 420 euros me entristecen, y me llevan a pensar en la figura de ese pobre que forma parte de mi niñez.

¿Y nuestro presidente que piensa de todo esto?.

Parece que tiene una profunda FE en que esto se arreglará una vez que cambie el panorama mundial. Eso se llama ESPERANZA. Mientras eso sucede, …o no, y tirando de la caja común, inyecta una nueva paga a algunos de los más desfavorecidos, otra más que tiene el mismo nulo efecto para la corrección de las deficiencias de nuestra economía. Eso se llama CARIDAD.

Y aunque veo que también practica las tres virtudes teologales, las diferencias entre mi querida abuela Ana y el presidente Zapatero son muchas, pero las más importantes en lo que aquí me interesa destacar son: que mi abuela no era la culpable de la situación de su pobre; que ella conocía el nombre y la cara de aquel hombre, y lo más importante, le daba la limosna de su bolsillo.

El presidente por su parte, es en buena parte responsable de la situación de muchos de los que configuran ese colectivo cada vez más numeroso; no conoce, ni parece querer hacerlo a cada hombre o mujer que integran ese grupo; y lo que es más indignante es que paga con el dinero de todos.

No quiero formar parte de esos “pobres” y no deseo que su número se incremente, porque su tragedia en muchos casos, o en todos, encierra un fracaso colectivo, pero sobre todo pone de manifiesto la incompetencia de quienes dirigen nuestros destinos.

El presidente debería saber que la suerte no puede durar siempre y las casualidades que le han permitido conseguir ciertos objetivos personales también se agotan, y él se ha refugiado en ambas en demasiadas ocasiones.

Mientras no corrija su política, y deje de prodigar las ocurrentes “limosnas” con las que nos sorprende de vez en cuando, me temo que el numero de parados, los nuevos “pobres”, no dejara de crecer.

Ángel Luis Martínez
Gerente Federación Castellano-Leonesa Empresarios Hostelería